CATEDRAL DE ASTORGA
En esta capilla se puede contemplar la devota y milagrosa talla del Cristo de las Aguas. Muy querida y sentida por el pueblo astorgano.
Según el erudito profesor granadino Gómez Moreno, esta soberbia escultura de tamaño natural se puede datar dentro del siglo XIV. A diferencia del estilo románico, el Cristo aparece más alargado y se curva finamente. El paño de pureza se pliega en numerosos pliegues, dando lugar al denominado estilo internacional.
La cruz que porta a Jesús es muy posterior pues se adaptó para que fuera procesional. En más de una ocasión ha presidido el altar mayor de la catedral, en diferentes acontecimientos señeros de la vida eclesial astorgana.
En esta capilla se encuentra uno de los retablos más destacados de la catedral, motivado muy especialmente por sus colores vivos y la maestría y exquisitez de todos sus detalles. Este retablo también es llamado de San Miguel por la presidencia de una talla de dicho Arcangel en la hornacina central superior una talla de dicho Arcángel. Hoy la preside una Inmaculada de finales del siglo XVI.
Según el profesor Gómez Moreno, el anónimo autor debió de pertenecer a la escuela de Juan de Borgoña. Aunque también otros señalan a Juan de Flandes, pintor de los Reyes Católicos, o Fernando Gallego como posibles autores. Lo que está claro es su estilo hispanoflamenco, como se aprecia en su composición clara y espaciosa, el encuadre en arquitectura, colorido y detalles en rostros, atuendos, ropajes… Los paisajes, en distintos planos, se abren a horizontes infinitos.
La traza arquitectónica del retablo es de estilo plateresco, conservando también algunos elementos góticos, como los doseletes que cubren las escenas. La división entre las calles está definida por columnas con motivos en relieve de fina talla lombarda, terminadas por capiteles con motivos vegetales.
La pintura es narrativa y sigue un orden cronológico de escenas evangélicas, reproduciendo el ciclo de la Pasión desde el beso de Judas hasta la sepultura del Señor.
Esta capilla sorprende por su monumental y majestuoso retablo de estilo Churrigueresco en el que se combinan las columnas salomónicas con las ajarronadas propias del barroco leonés.
En la hornacina central destaca la imagen de San Lorenzo diácono de la iglesia de Roma, martirizado tras la persecución del emperador Valeriano en el siglo III y condenado a morir a fuego lento, como simboliza la parrilla.
Aquí se puede observar otro de los grandes retablos de la catedral, el del Arcángel San Miguel. Es el más fino de los retablos de estilo rococó en cuanto a dorado y delicadeza de su talla, está fechado a mediados del siglo XVIII. También aquí es donde estuvo emplazado el retablo hispanoflamenco.
En reducidas dimensiones el retablo presenta una traza de las denominadas clásicas, es decir, división horizontal en tres partes banco o parte baja y dos cuerpos más superpuestos. En sentido vertical consta de una sola calle.
Puede contemplar una armonía y equilibrio sin los excesos tan frecuentes en el barroco castellano. Es ligero, dinámico y de espectacularidad casi escenográfica por los cuatro planos señalados.
La imagen de San Miguel ocupa la hornacina central con un gran dinamismo y movilidad.
En la parte superior destaca la imagen de la Virgen del Rosario fechada en el siglo XVIII.
Justo encima de esta capilla se puede ver una de las vidrieras más destacadas de la catedral. Está fechada en 1525 y su autor fue Arnao de Vergara. Destaca el colorido de los amarillos-plata en contraste con los rojos y azules.
El retablo de esta capilla data del siglo XVII y fue donado por el canónigo chantre, don Juan Ramos.
En la hornacina central se encuentra san Juan Bautista, profeta más grande nacido de mujer y Precursor del Señor, al cual bautiza en el río Jordán.
Esta escultura del maestro gallego Mateo del Prado, realizada en pleno siglo XVII, resalta por su maestría barroca. El escultor trabaja magistralmente el desnudo: tórax, brazos y piernas, en exaltación descriptiva de sobresaliente veracidad.
Justo detrás de San Juan Bautista se sitúan una gran cantidad de animales, troncos y frondas, que enmarcan la figura. Este trabajo fue realizado por el escultor villafranquino Pedro del Valle en 1664.
Las pinturas que aparecen en sendos laterales pertenecen a dos pintores ponferradinos: Juan Antonio Delgado y José de Alces. Representan la vida del santo Precursor.
Esta capilla está presidida por un monumental retablo, regalo del obispo Fray Nicolás de Madrid en el siglo XVII. En la hornacina central destaca la impresionante representación del San Jerónimo, no con atuendos cardenalicios, sino como asceta penitente en el desierto de Calcis. Una soberbia obra de Mateo del Prado.
El profesor Martín González la apellidó “laocontestesca” a esta dramática composición. Resalta sobremanera el magistral estudio de la cabeza que, junto con la excelente labor de la policromía, mate en las encarnaciones, contrasta con el tono vivísimo del manto rojo, orla dorada y trabajos esgrafiados.
Las pinturas aluden a San Jerónimo y sus monjes.
En esta capilla predomina el gran retablo barroco de tipo tetrástilo. Fue encargado por el Magistral don José de Urzúa para dedicarlo a su patrono el santo Patriarca y Esposo de la Virgen, San José. La inscripción que aparece en la predela lo data en 1699.
Junto al retablo resalta la soberbia imagen de San José que lleva al Niño Jesús de la mano, siguiendo claramente los cánones barrocos. Está atribuido al escultor vallisoletano José de Rozas.